La importancia de actuar desde la acción, no desde el texto

En IFAM proponemos un entrenamiento que parte del cuerpo, del hacer, de la acción concreta. Porque la verdad escénica no aparece por repetir una línea con buena entonación, sino por cargar esa línea de sentido a través del movimiento, el gesto, el ritmo, la respiración. La acción precede a la emoción, y la emoción al texto. 

Cuando un actor o actriz se apoya únicamente en el texto, corre el riesgo de caer en una representación vacía, en una repetición externa, sin conexión real. En cambio, cuando se entrena el cuerpo para actuar desde la partitura de acciones —eso que el cuerpo hace con un tempo, una forma, una energía—, entonces el texto se vuelve consecuencia, no causa. 

Trabajar desde la acción permite que el cuerpo lleve la delantera. Que lo que se diga tenga raíz, urgencia, verdad. Que el pensamiento aparezca como resultado de una necesidad física y no como un adorno intelectual. Así se construye un lenguaje propio, un lenguaje que nace del cuerpo y no de una idea. 

No hablamos de cómo se debe decir una frase, sino, por ejemplo, de qué está haciendo el personaje mientras la dice. Otros planos de acción se revelan al actor-actriz con no tanta facilidad. No es simplemente cuestión de encontrar una acción que acompañe el discurso, sino de decodificar la situación dramática en términos de acciones. Acciones que vamos a categorizar de distintas maneras oportunamente. 

Cuando el actor o actriz actúa desde ese lugar —consciente de su partitura, de la situación dramática y de lo que necesita transformar en el otro—, entonces aparece lo que buscamos: verdad, riesgo, potencia. Y esa verdad no se memoriza: se entrena, se construye y se descubre en cada intento. 

 

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